Noviembre con lluvia y un corazón que no dejaba de quererle.
Ed sheeran siempre sonará a él, a su voz grave y seria; a su risa de chico adolescente y sus letras a aquellos gustos que compartían.
Noviembre con lluvia y un corazón que acababa de romperse.
Entraba al concierto y la cobertura se terminaba. "Cuando salga me habrá escrito, es imposible que se le haya olvidado". Cerraba los ojos con su canción favorita; era su día, pero no estaba con quien quería.
Noviembre con lluvia y un corazón que tras romperse pareció detenerse.
Le escribió quien menos imaginaba, pese a ello, no le dolía menos el olvido del otro en semejante día.
Desde el minuto uno, tras ese mensaje, nada le cuadraría. Miradas que gritaban, mensajes que no fallaban, risas a escondidas y ganas que jamás supo si fueron reales.
Noviembre y su primavera. Sí, noviembre porque desde entonces todo se pararía.
Más que evidente era la confianza ganada, pero ninguna palabra avanzaba.
Noviembre y sus treinta y dos grados. Su norte. Sus noches. Sus ojalá estuvieses.
La banda sonora de aquella fantasía se había detenido, porque como enero y diciembre: tan cerca pero que complicado tenerte.
Noviembre y el sueño, el frío, el tiempo.
No eran ellos o quizás todo eran miedos. El tiempo pasó: él la falló, ella volvió a sentir frío en su corazón. La distancia les marcó y tras 145 canciones de un pelirrojo volvieron a hablar para pedirse perdón.
Ed sheeran siempre sonará a él, a su voz grave y seria; a su risa de chico adolescente y sus letras a aquellos gustos que compartían.
Noviembre con lluvia y un corazón que acababa de romperse.
Entraba al concierto y la cobertura se terminaba. "Cuando salga me habrá escrito, es imposible que se le haya olvidado". Cerraba los ojos con su canción favorita; era su día, pero no estaba con quien quería.
Noviembre con lluvia y un corazón que tras romperse pareció detenerse.
Le escribió quien menos imaginaba, pese a ello, no le dolía menos el olvido del otro en semejante día.
Desde el minuto uno, tras ese mensaje, nada le cuadraría. Miradas que gritaban, mensajes que no fallaban, risas a escondidas y ganas que jamás supo si fueron reales.
Noviembre y su primavera. Sí, noviembre porque desde entonces todo se pararía.
Más que evidente era la confianza ganada, pero ninguna palabra avanzaba.
Noviembre y sus treinta y dos grados. Su norte. Sus noches. Sus ojalá estuvieses.
La banda sonora de aquella fantasía se había detenido, porque como enero y diciembre: tan cerca pero que complicado tenerte.
Noviembre y el sueño, el frío, el tiempo.
No eran ellos o quizás todo eran miedos. El tiempo pasó: él la falló, ella volvió a sentir frío en su corazón. La distancia les marcó y tras 145 canciones de un pelirrojo volvieron a hablar para pedirse perdón.
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