Impredecible, como nosotros, nuestra historia.
Sus ojos me miraban como nunca nadie antes y me hacían sentir enorme. Podía con todo si era de su mano.
Estoy segura de que con sus pestañas creaba la brisa que más de una vez fue la que nos hizo acurrucarnos para darnos calor.
Tenia una sonrisa que paraba mi tristeza y un positivismo que chocaba con mi negatividad.
Hablando de chocar, chocamos tanto que la última vez fue una colisión que acabo rompiendo la relación.
La fragmentación causada por previos accidentes me anunciaban que las cosas pronto no tendrían por donde sostenerse por mucho que reímos y vivimos. Sin embargo, algo de mí repetía lo que me enseñó ”siempre hay que confiar" y prometo que di lo mejor de mí hasta en el último beso.
Casi sin pensarlo fue decirte nos tenemos que alejar y como si la vida supiera que una luz se apaga en plena tarde alguien tocaba la guitarra. Las notas tristes acompañaban las lágrimas y mi corazón se encogía en dolor.
Me rompía sola en mi habitación varias noches imaginando aquella situación, no quería que llegara, pero no había nada que lo evitara.
Hay personas que están destinadas a no ser y cuando se fuerza a que dos piezas encajen se acaban rompiendo.
Casi sin querer te acabe haciendo daño yo… la que te cuidaba, la que te quería y la que en su día te hizo tan feliz que no mencionabas palabra, solo sonreías.
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