1 de febrero de 2018

Febrero.

Me enganché a tus silencios y a tus frías muestras de afecto.
A tus pocas ganas de verme y a tu inexistente alegría.

Siempre dejando las cosas sin cerrar porque ni inicias ni terminas, solo te guías por el "lo que tenga que pasar, pasará".
Con una actitud de cobarde, viendo cómo sucede todo detrás de la ventana. No vayas a intervenir y tengas un mejor fin.

Bien sabias cómo dejarme con las ganas y cómo quitármelas.
Mal me cuidaste, pero ni me sorprende porque tú mismo te machacabas.

Nunca quise jugar con la baraja del prometer, pero un día la lancé y me prometiste ver.
Llego febrero, pero como si no;
como si nunca te hubiera hablado diciendo que no sé ni cómo ni cuándo, pero que esto crecía sin planearlo.

Es cierto que todo empezó con el pie izquierdo y aunque para los zurdos no es mala suerte, para nosotros fue imposible desde el primer impacto. 
No es que no quiera volver con quien me hacia tener ilusión, es que tengo miedo de volver a ver que no se implica al cien por cien.

Y es miedo el que me frena;
y son mis ganas de cumplir todos mis planes los que me lanzan a caer de nuevo;
y es mi cabeza quien lucha con el conflicto de intereses, sin saber quién ganará la batalla, temiendo el resultado.

Ahora bien: 
Ni te conocí,
Ni me cuidaste,
Ni te abracé,
Ni te importe,
Ni te besé,
Ni te moviste cuando viste que huía.

Ojalá un día esté por tu ciudad,
ojalá un día estés por mi ciudad,
y sea ese febrero, y  nos crucemos, y nos saludemos, y quieras empezar de cero.

Que seas feliz por ti, que empieces por ahí, porque sin eso no llegarás a transmitir felicidad a tus seres queridos.
Que madures más y crezcas aunque yo ya no esté ahí.