25 de septiembre de 2015
21 de septiembre de 2015
Sin título
Hace tiempo que no escribo lo que siento.
Quizás es malo. Quizás explote el día menos pensado. Quizás es que ya no tengo ni qué echar de menos.
Qué conmovedor verlos juntos llegando el otoño, cuando tú, sin embargo, llevas desde hace tres estaciones sin poder decirle a alguien mirando a los ojos un te quiero.
Que triste esa que no lleva ni un año con alguien que sea apoyo, regazo donde llorar o simplemente ese a quien decirle sin miedos 'no puedo más'.
Quizás no es tan triste, porque hay gente que es feliz en su soledad y deja de serlo cuando conoce que puede serlo aún más con alguien a su lado, apoyado cada paso que da.
Que disyuntiva esa la de querer u olvidar.
La de perdonar u odiar.
La de llorar o decir 'me da igual'.
Malditos amores de estaciones. Tan metafóricos que asustan. Tan efímeros como la distancia de una parada y otra. Tan intensos como cuando ves a tu amor platónico en ese vagón.
Comienzo a llorar lo pasado, porque el futuro no trae presagios buenos; sin hablar del presente, tan incierto como siempre.
Miedos tan reales como gigantes del Quijote.
Nervios tan incontrolables como producción de una medicación.
Valor tan real como el que siento al verlo delante.
Entre idas y venidas,
nos quedaremos en un 'casi',
colgándonos de 'y si hubiera...'
acabando soltando en un 'no quiso',
suspirando realidades de 'no lo intentamos',
ocultándonos la verdad de 'no lo eche valor y hoy el tiempo nos dice adiós'.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)